Saturday, March 19, 2011

El Colorado


El custodio de una de las garitas de la prisión del Castillo del Príncipe que da a la calle G se vio rodeado de pronto y como por arte de magia, por tres hombres que lo arrojaron al piso, y uno de ellos, alto, flaco, pelirrojo, le dijo:

-¿No me conoces? Soy el Colorado, y vengo a buscar a mi hermano. No te muevas porque te mato…


Y lo mataba sin contemplaciones si fuera preciso, no sería el primer ni último cristiano que se echara “al pico” Orlando León Lemus, el Colorado. Su ”hermano” encarcelado era Policarpo Soler*. Los dos, junto a Jesús Gónzalez Carta “el Extraño”, José Fayadel, “el Turquito”, y una pléyade de pistoleros más constituían la crema y nata de los gangsters cubanos de la época, mucho antes que Meyer Lansky, Santos Trafficante, Lucky Luciano y el actor-mafioso George Raft llegaran a la Habana a hacerse cargo de los casinos de juego.


Policarpo Soler y el Colorado se habían conocido en México y por una de esas ironías de la vida se hicieron muy amigos, a pesar de que Policarpo era amigo de Batista y por ende batistiano, mientras que el Colorado era amigo de Carlos Prío y antibatistiano.

Policarpo, un tipo inmenso, tiene dificultades para saltar los muros y verjas que rodean la prisión.

-¡Apúrate, gordo! –le grita el Colorado, y el aludido responde que no puede hacerlo más rápido porque la gordura se lo impide. Añade: ¡Es la buena vida!

La espectacular fuga del Príncipe, evidentemente con ayuda interna también, fue un verdadero escándalo que recogió la prensa del momento y posteriormente “rodaron” algunas de las cabezas de los funcionarios implicados.

La historia del gangsterismo en Cuba es larga y compleja, no apropiada para este tema. Baste decir que muchos de los que combatieron al dictador Gerardo Machado, y posteriormente a Batista en su primer gobierno, se constituyeron posteriormente en grupos de acción con la idea original de combatir la corrupción y defender la democracia que habían ganado. Pronto los principios se olvidaron y se desataron sangrientas luchas internas entre los distintos grupos. Para ponerle la tapa el pomo, al presidente en ese entonces, Ramón Grau San Martín, se le ocurrió la “feliz” idea de encargarle a los dirigentes de esos grupos funciones de dirección en distintos cuerpos policiales. Y entonces sí la sangre corrió a raudales. Atentados frustrados, asesinatos a sangre fría en plena calle, etc, etc. El caso más dramático ocurrió en la llamada masacre de Orfila, cuando la policía, con la ayuda de los pistoleros del Colorado, asaltaron una casa en el reparto del mismo nombre, donde murió acribillado a mansalva, después de haberse rendido, el dirigente de uno de esos grupos, algunos de sus acompañantes y una mujer embarazada que remataron ya herida en el suelo. El crimen quedó captado en cámara por Guayo, uno de los principales fotógrafos de la época, y en las imágenes se aprecia al “Turquito”, un matón compinche del Colorado, disparándole a las víctimas desarmadas. El “Turquito” fue uno de los que escapó con Pollicarpo del Príncipe.

Pero avancemos en el tiempo... Santos Suárez era, y es, una barriada más bien pequeña y algo lejos del centro de la ciudad. Sus límites siempre han sido imprecisos, por un lado lindaba con el Cerro por la Vía Blanca, con la Víbora por la avenida de Acosta (aunque algunos señalan la calle Santa Catalina como la frontera) y por otro lado con el Cerro también por el cuchillo que hacen General Lacret con la Vía Blanca o la misma calle Palatino. Santos Suárez era un buen lugar donde vivir, contaba con restaurantes, cafeterías, cines y era una barriada muy tranquila, nunca pasaba nada. Santos Suárez también tenía su personaje pintoresco. Era frecuente ver en un pequeño barcito en Lacret al padre “Gasolina”, un sacerdote católico que bebía ron, jugaba al cubilete y discutía que había puesto cinco “gallegos” al tiro, aunque uno de los dados hubiera caido al piso.

En Santos Suárez estaba, y está, la calle Durege. Una calle secundaria con practicamente ningún tráfico de vehículos, sin comercios, con excepción de alguna que otra bodega pequeña, que comienza en Santa Catalina, llega hasta la Vía Blanca y después continúa en el barrio del Cerro. Aquel día invernal del mes de febrero de 1955, las amas de casa habían terminado de hacer sus mandados del día y finalizaban el almuerzo. Desde la calle se podían oír en la radio al mediodía las aventuras de Los Tres Villalobos, mientras que las mujeres esperaban ansiosas la Novela de las Dos y posteriormente La Guantanamera a las tres de la tarde.

La Guantanamera era la versión radial de la crónica roja que aparecía en la página dos de los periódicos. El gracejo popular cubano había acuñado la frase “quedó en la página dos” para señalar a alguien que había terminado sus días en forma violenta, ya fuera casual o provocada. Tanto en la crónica roja de la prensa escrita como en La Guantamera de la radio se recreaban los recientes hechos de sangre... un accidente fatal en la Carretera Central, una infeliz prostituta del barrio de San Isidro muerta a puñaladas por un chulo, una pobre muchacha que se prendió fuego con alcohól de reverbero desilusionada por el engaño de un sinvergüenza o el cadaver descompuessto de un hombre que apareció bajo los elevados del Paso Superior en Luyanó o en los terrenos de Tallapiedra. Muy lejos estaban de pensar los vecinos de la modesta calle Durege que ese día la próxima crónica roja estaba a punto de escribirse frente a sus ojos.

Poco después del mediodía comenzaron a llegar los carros perseguidores. En silencio, sin el ulular de las sirenas o el chirriar de las gomas. Unos veinte de ellos. Se estacionaron a todo lo largo de la calle y los uniformados tomaron posición detrás de los vehiculos y tras las columnas en los portales de la otra acera. Su objetivo era la vivienda con el número 211. Habían recibido una confidencia de que el Colorado se encontraba escondido allí junto a algunoss de sus seguidores. Al frente de la operación venía el teniente coronel Lutgardo Martín Pérez siguiendo órdenes directas del general Rafael Salas Cañizares**, el jefe de la policía.

Un oficial tomó un altoparlante y advirtió a los fugitivos que estaban rodeados y los instó a rendirse.
Se hizo un silencio sepulcral. No hubo respuesta. Esperaron. Poco después el oficial repitió la advertencia. El Colorado, que solamente se encontraba acompañado por uno de sus seuidores y con un pequeño arsenal a su disposición y de quien se podía decir cualquier cosa, menos que era un cobarde, abrió fuego con una ametralladora, barriendo los carros patrulleros. Y entonces ardió Troya. La policía, armada con revólveres, pistolas, M1's y ametralladoras Thompson desató una lluvia de plomo sobre la vivienda. La puerta de madera y la ventana francesa quedaron hechas coladores, la mampostería de las paredes y columnas saltaba en pedazos. Por su parte el pandillero no perdía oportunidad tampoco de responder el fuego. En realidad el Colorado tuvo en jaque a la policía por un par de horas.

Finalmente los guardias tomaron la casa y al día siguiente, en primera página de la prensaa, no en la segunda por la importancia del hecho, aparecía la foto del cadaver del Colorado acribillado a balazos.

Como en todos los casos en que estaba relacionada la policía de Batista, no se sabe a ciencia cierta cómo terminó el asedio del 211 de la calle Durege. Algunos aseguran que el Colorado murió en medio del combate alcanzado por una ráfaga de ametralladora. Otros dicen que lo asesinaron a sangre fría cuando se le acabó el parque.

Días después Joseíto Fernandez contaba en verso en la Guatanamera la vida, crímenes y muerte de Orlando León Lemus, el Colorado. Parecía hacerse realidad el viejo adagio de que “el que hierro mata, a hierro muere”.


*Policarpo Soler terminó sus días asesinado por los sicarios de Trujillo en República Dominicana.
**Rafael Salas Cañízares murió veinte meses después en el asalto a la embajada de Haití, supuestamente baleado por la misma policía que comandaba en una trampa tendida por Batista relacionada a la repartición de ganancias del juego en los casinos.




Image
Orlando León Lemus, el Colorado



1 comment:

Anonymous said...

Blue Albatros:

Your blog is most interesting. I will cite it in reference to El Colorado and Policarpo in my Chapter on La Quinta de los Molinos, in "Love and War in Cuba" (in progress)

"In 1949, I was twelve, playing and fishing on family land in the foothills of the Sierra Maestra. Then learning Spanish I knew nothing of what was going on; although the adults at La Casa de los Generales, spoke-vaguely to my listening childhood ears--of communists activity troubling Cuba and our land; now I know was real, and included mastermind Fabio Grobart, and Sierra Maestra organizer Romérico Cordero (not mentioned in this citation).
More real in my imagination of just a few years later when I could read Spanish language news source were the bloody minded Cuban urban gangsters such as Policarpo Soler and Orlando León Lemus, “el Colorado” they were friends and the top ranking gangsters in Cuba, before Meyer Lansky, Santos Trafficante, Lucky Luciano were brought in to manage the casinos in Batista’s second dictatorship.[ “Blue Albatross” 2011 (accessed 10-23-11) El Colorado Majomías DAY, MARCH 19, 2011 http://majomias.blogspot.com/2011/03/el-colorado.html], In 1951 “El Colorado,” with a the help of a woman (there is always a woman), broke out his friend Policarpo and others from the Principe Castle which of course is next door just south west of these gardens.
Yet at that time under the democratically elected governance of the Auténtico Party, the anti-gangster unit of the police was formed. After a bloody shoot out between gangsters, some ran to hide in Quinta de los Molinos. Colonel Caramés ordered the unit to enter the Summer Palace grounds in hot pursuit, and arrested a number of students allied to the gangsters including the president of the Student Union and occupied considerable weaponry. Of course the always mendacious José Pardo Llada, we will see more on him in other chapters, got on the radio and apparently incorrectly accused the Colonel of corruption.
"


Laurence (Larry) Daley (Garcia I~niguez)

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