Wednesday, February 23, 2011

Clavelito

Caminar por las calles de la Habana era una experiencia única. Tal vez por el hecho de que el cubano vivía con las puertas de las casas abiertas de par en par. Y es que la privacidad no era una necesidad de primer orden. No había nada que esconder. Sábanas, ajustadores, blumers y calzoncillos colgaban en tendederas en patios y balcones a la vista de todos, como banderas al viento de la intimidad hogareña.
Es cierto que hasta el mejor gobernante de la época republicana merecía que lo colgaran de una guásima, pero el pueblo cubano era un pueblo noble, sano. Usted podía caminar por cualquier calle habanera... Consulado, Amargura, Cruz del Padre, Melones, por cualquiera ,y la sinfonía de imágenes y sonidos, incluso olores, era impresionante. En medio de la calle los eternos niños -y los que no lo eran tanto-, jugaban a la pelota en medio de una soberbia algarabía (no se puede jugar a la pelota callejera sin cantar un strike o un out a grito pelado). Allá, a medianía de cuadra, una carretilla con una inmensa pirámide de naranjas que el vendedor había pelado cuidadosamente dándole a la manigueta de un simpático aparatico fijo en un costado
de la carretilla. En el bar de la esquina el borrachito del barrio tomaba la “mañana”, usualmente un par de copas de Pedro Domecq, para entonar el cuerpo para la carga alcohólica del día.  Al doblar la esquina aparecía el chino con la canasta  en la cabeza repleta de plátanos manzanos. Y al caer la tarde pasaba el tamalero con sus dos latas de aceite de 37 libras convertidas en pequeños hornos para mantener caliente sus tamales con y sin picante. Casi al oscurecer, en un portal cualquiera dos jóvenes con cajones de bacalo y leche condensada y otro con dos palos a modo de clave acompañaban a un cuarto que "guaguanconeaba" un viejo tango:

“Han brotado otra vez los rosales
en el muro del viejo jardín,
donde tu alma selló un juramento,
amor de un momento que hoy lloro su fin.

Tierno llanto de amor fuera el mío,
que en tus ojos divinos bebí.
Ojos falsos que a mí me engañaron
al ver que  lloraron los míos por ti..."

Pero la impresión más vívida del diario acontecer se percibía como un ráfaga de olores y sonidos cuando uno pasaba por la acera frente a una puerta abierta.

Una puerta...

Lo primero es el aroma penetrante de un caldo gallego con un buen trozo de unto adentro. En la radio de la casa Blanca Rosa Gil, toda derretida, cantaba loas a los “Besos de Fuego” de su amante. Mientras que al mismo tiempo una voz atronadora decía amenazante “A ese hijo de puta que desgració a mi hija lo mato, coño, lo mat...”

Otra puerta...

Ahora es el olor inconfundible de carne de puerco frita la que alcanza las fosas nasales. En la radio “El Negrito del Batey” de Alberto Beltrán afirma con orgullo que “...el trabajo lo hizo Dios como un castigo...” y una doña chilla: “Eres un vago de mierda. Hace seis meses que no trabajas. Vives de mi trabajo, no sé porque coño me casé cont...”

Y otra puerta más...

Es el humilde picadillo y plátanos maduros fritos el que nos hace la boca agua. Desde la radio Olga Chorens en “El Ratoncito Miguel” asegura que “...la cosa está, que horripila y mete miede de verdad...” Y una acongojada voz de mujer pregunta: “¿Viejo, qué vamos a hacer...? Mañana hay que pagar el alquiler y no hay dinero. Nos van a botar pa´ la call...”

Visicitudes de la época, pero si no se han dado cuenta, les digo... la constante es la radio. La radio era el medio de entretenimiento por excelencia en la época. Es cierto que ya existía la televisión y que a mediados de la década de los ´50 Cuba ya contaba con seis o siete canales de televisión con programación regular. Pero un aparato de televisión de mesa (los más económicos), en blanco y negro y 21 pulgadas costaba algo más de 300 pesos y aunque ahora parece una cifra irrisoria, era equivalente en esos años al sueldo de dos meses y medio, tal vez tres, para cualquier hijo de vecino y no estaba al alcance de todos.

Temprano en la mañana, cuando alguien de la casa se asomaba a la calle para recoger uno o dos litros de leche para el desayuno -tal vez aumentada con un poco de agua, es cierto, pero fresquecita-, que el lechero con su chamarreta y pantalones de rayas había dejado en la puerta, se podía escuchar en algunas casas los “puntos guajiros” que se repetían al caer la tarde. Además gozaban de mucha popularidad en la tarde “Tamakún, el vengador errante” y “Leonardo Moncada”. Ya en la noche no había casa que no sintonizara “La Tremenda Corte” y “La Novela del Aire”.

Sin embargo, nunca se menciona el programa que más popularidad alcanzó en la época republicana. Un programa que recibía tal cantidad de correspondencia, cincuenta mil cartas semanales, que tenían que trasladarla en camiones destinados a ellas solas. Lo presentaba un señor que respondía al nombre de Miguel Alfonso Pozo, pero que todos conocían como Clavelito.

Clavelito nació en Ranchuelo, Las Villas en 1908. Fue uno de los grandes improvisadores de décimas campesinas de su época. Al decir de muchos, el mejor. Se lo disputaron los pioneros de la radio Amado Trinidad, Gaspar Pumarejo y los hermanos Mestre.Totalmente autodidacta llegó a publicar varios libros, tres de psiquiatría, dos de versos y una Enciclopedia de la Felicidad”. Fue autor de muchas canciones, entre ellas “La Guayabera”, que en el montuno cantaba los conocidos versos... :

"Quiero un sombrero
de guano, una bandera,
quiero una guayabera
y un son para bailar"

Pero el éxito más grande de Clavelito fue su programa de radio. En él instaba a colocar un vaso de agua sobre el aparato de radio y supuestamente cantando su tema…

                                     “Pon tu pensamiento en mí
                                       y verás que  que en este momento
                                       mi fuerza de pensamiento
                                       ejerce el bien sobre ti”

…lograba sanar a los enfermos, liberar de la prisión a un familiar, reunir a un matrimonio separado o resolver cualquier problema que tuviera el oyente.

Una teoría del mundo de la publicidad asegura que por cada llamada teléfonica o carta recibida en un programa de radio o televisión hay diez oyentes o televidentess más que no se atrevieron a hacerlo. Si se toman en cuenta la cincuenta mi cartas semanales recibidas en el programa de Clavelito se puede tener idea del tremendo éxito del mismo, sobre todo considerando que las cifras son de 1952 cuando Cuba apenas llegaba a los seis millones de habitantes.

Parece ser que la inmensa popularidad de Clavelito resintió a la
competencia y la Comisión de Ética Radial, la Asociación de Anunciantes de Cuba, y el Bloque Cubano de Prensa arremetieron contra el programa alegando que incumplía el código de ética radial y lograron que fuera suspendido el 5 de agosto de 1952. Los oyente protestaron y la presión fue tanta que tuvieron que volverlo a poner por radio, pero suspendiendo las predicciones, y sobre todo las curaciones con el vaso de agua.

No hay duda que las supuestas dotes de curandero radial de Clavelito fueron producto de la fantasía y el fanatismo. Sin embargo los que le conocieron personalmente aseguran que era un hombre humilde, de sonrisa franca, legítimamente preocupado por el bienestar de sus conciudadanos. .Entre sus obras de caridad figuraba la de adquirir aparatos para inválidos.

¿Creía sinceramente Clavelito en sus poderes de curación radial o fue nada más que un farsante que se aprovechó de la credulidad de su audiencia...? Tal vez nunca se sepa, lo que sí es un hecho cierto es que se convirtió en una de las más famosas leyendas urbanas de la república.

Miguel Alfonso Pozo, “Clavelito”, murió en Cuba en el año 1975.



4 comments:

Sikyud said...

Alba eres fantástico para reunir todo tipo de géneros para hacer una narración, siento hasta los olores, sabores, noticias y la música de una época que no pude vivir.

Eres un gran creador para recopilar anécdotas; me alegro mucho que me hayas invitado a compartir éste espacio.

Suerte, un beso y cuídate.

Sikyud said...

Voy a probar de nuevo,no salió elcomentario que puse.

Cartagena said...

Albatros, crees tu que el guaguanco fue el predecesor del rap?

Fantastico el relato, Albatros, sigue contando que yo voy contigo puerta por puerta recordando esos tiempos.

Bluealbatross said...

Siempre lo he pensado, Carta. Hay cierta similitud.